Tú cuentas
Una profesora de Nueva York decidió rendir homenaje a todos sus alumnos del último año del secundario diciéndoles qué habían cambiado en su vida. Usando un método desarrollado por Helice Bridges de Del Mar, California, hizo pasar al frente a todos los alumnos, uno por uno. Primero, le dijo a cada uno qué importante había sido para ella y para el resto de la clase. Después, les regaló a todos una cinta azul impresa en letras doradas con la leyenda: “Yo cuento”.
Después, la profesora decidió trabajar en un proyecto con la clase para ver qué impacto tenía el reconocimiento en la comunidad. Entregó tres cintas más a cada uno de los alumnos y les dio instrucciones para que salieran a difundir esta ceremonia de reconocimiento. Más tarde tendrían que hacer el seguimiento para evaluar los resultados, ver quién homenajeaba a quién y presentar un informe a la clase en una semana.
Uno de los chicos de la clase se acercó a un ejecutivo joven de una empresa y lo condecoró por haberlo
ayudado a planificar su carrera. Le entregó una cinta azul y se la puso en la camisa. Después, le dio dos
cintas más y le dijo: “Estamos haciendo un trabajo en clase sobre el reconocimiento, y nos gustaría que usted también buscara a alguien a quien honrar”. Luego, le dio la otra cinta azul para que pudiera condecorar a una tercera persona y seguir adelante con esta ceremonia. “Después, por favor cuénteme qué pasó”.
Ese mismo día, el ejecutivo fue a ver a su jefe, dicho sea de paso, famoso por su mal humor. Lo hizo sentar y le dijo que admiraba su talento creativo. El jefe se quedó sorprendidísimo. El ejecutivo le preguntó si aceptaba que le regalara una cinta azul y si le permitía ponérsela. Su asombrado jefe dijo: “Sí, claro”.
El ejecutivo tomó la cinta azul y la prendió en la chaqueta de su jefe; sobre el corazón. Le dio entonces
la última cinta que quedaba diciéndole: “¿Me haría un favor? ¿No se llevaría esta otra cinta para condecorar a alguien? El muchacho que me dio las cintas está haciendo un trabajo en el colegio y quiere que esta ceremonia de reconocimiento no se corte, pare ver cómo afecta a la gente”.
Esa noche, el jefe llamó a su hijo de catorce años y lo hizo sentar. Le dijo: “Hoy me pasó algo increíble.
Estaba en mi oficina y uno de mis ejecutivos vino a verme para decirme que me admiraba y me entregó
una cinta azul por ser un talento creativo. Imagínate.
Cree que soy un talento creativo. Después, me puso esta cinta azul que dice “Yo cuento” en mi chaqueta,
sobre el corazón. Me dio otra cinta y me pidió que encontrara a alguien para condecorar. Cuando venía
manejando para casa, empezó a darme vueltas por la cabeza a quién iba a condecorar con esa cinta y pensé en ti. Quiero condecorarte a ti.”
“Mis días son muy agitados y cuando vuelvo a casa no te presto demasiada atención. A veces te grito
porque no te sacas buenas notas en el colegio y porque tienes el cuarto hecho un lío, pero hoy, de alguna manera, quería simplemente que nos sentáramos aquí para poder decirte que cuentas mucho para mí. Aparte de tu madre, eres la persona más importante en mi vida. ¡Eres un gran chico y te quiero mucho!”
El hijo, sorprendido, empezó a llorar y no podía parar de llorar. Todo su cuerpo se sacudía. Miró a su
padre y, entre lágrimas, dijo: “Tenía pensado suicidarme mañana, papá, porque creí que no me
querías. Ahora, ya no tengo por qué hacerlo”.
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Fuente: Helice Bridges, Jack Candfield. Chocolate para el alma.
Me encantaría seguir recibiendo estos cuentos reales en esta vida. Gracias
Muchas gracias por tu comentario Lidia. Me agrada que te haya gustado el cuento, eso me anima a traer más. Un abrazo fuerte.