Pactos y señales – Vida después de la muerte
Hola amigos.
Hoy me gustaría compartir con todos vosotros una historia que yo titulé hace ya muchos años “vida después de la muerte”.
Se puede decir que durante años solo he creído en aquello que yo era capaz de verificar a través de mis experiencias o experimentos. Y por ello voy a contarte una historia, que es real, por supuesto, de mi propia vida, y trataré de ser lo más breve posible y lo más concisa, omitiendo detalles que no vienen al caso porque voy a contar sólo lo que me interesa transmitir, lo que me importa que vosotros os cuestionéis.
Ya la había contado en otro de mis blogs, hoy dia ya desaparecido, pero esta es una de esas historias que me apetece conservar. ¿Me acompañais?
Pactos y señales
Hace ya muchos años, alrededor de unos treinta y tantos, un familiar mío estaba muy enfermo de un cáncer terminal, y lo cierto es, que yo le quería como si fuera mi hermano, pues así nos habíamos criado durante toda nuestra vida.
Por aquellos años la enfermedad de cáncer era sinónimo de muerte y mucho sufrimiento, la esperanza de vida era escasa, y a pesar de que fue diagnosticado de cáncer galopante a los dieciocho, y que duraría quince días de vida, realmente su agonía se prolongó durante unos dieciocho meses aproximadamente, tal era su fuerza vital y sus ganas de vivir.
En aquel tiempo, nuestra juventud y nuestra curiosidad, nos llevaba cuestionarnos muchas cosas de la vida, para nosotros no podía ser solamente lo que vivíamos cada día, tenía que haber algo más.
¿De dónde somos? ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos? ¿Qué hay después de la muerte? ¿Volveremos a vernos?
Estas eran algunas de las preguntas que nos hacíamos y un buen día, en el que él me pidió que le mirase las líneas de la mano para ver cuanto tiempo duraría su vida, se me ocurrió una idea:
– ¿Hacemos un pacto José?
– Un pacto de qué?
Le miré directamente a los ojos y así, sin anestesia, se lo solté. y con una de esas enormes sonrisas, desenfadadas, que solíamos compartir, le dije:
– Si yo me muero antes que tú, seré yo quien venga a buscarte a ti cuando llegue tu hora. Si eres tú el que se muere antes que yo, serás tú el que venga a buscarme a mí. ¿Estás de acuerdo?
Lo cierto es que ni se lo pensó dos veces. Me miró, me devolvió la sonrisa y me dijo simplemente: ¡Vale!.
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La Santa Compaña
Pasó el tiempo y la enfermedad fue realmente muy dura. En el camino que tuvimos que seguir en ese proceso, tuve dos sueños muy significativos que coincidieron durante dos momentos muy puntuales de su enfermedad.
No los recuerdo con la nitidez de detalles que yo desearía porque en aquel tiempo no tenía aún la costumbre de registrar mis sueños. Hoy día sí que lo hago, pero lo esencial está en mi memoria.
Sueño Nº 1
En el primer sueño era de noche y veía un camino de tierra claro, de un color beige muy bonito, con césped y mucho verde a los lados además de hermosos árboles.
Daba la sensación de ser un camino en medio de un bosque frondoso, muy verde y en lo alto, en el cielo, se veía la luna muy brillante.
Me percaté de que en el camino circulaba una larga hilera de personas vestidas de negro que caminaban lentamente, en fila de a dos. Enseguida comprendí quienes eran.
José estaba a mi lado en algún punto entre ese camino y un granero que había ahí a lo lejos. Era un granero enorme.
Cuando esas personas se percataron de la presencia de José, salieron corriendo como alma que persigue el diablo detrás de él y yo le decía:
– ¡Corre José corre, que te van a alcanzar! Y Jose corría y corría, corría con energía y con ganas, él quería vivir, y se escondó en el granero enorme cerrando la puerta tras de sí y la Santa Compaña se fue.
Al día siguiente supe que él, durante la noche, había superado una de las crisis más duras de su enfermedad.
Sueño Nº 2
En el sueño número dos, el sueño era exactamente igual que el anterior pero con una diferencia: veía a Jose sobre el granero, es decir, sentado en el tejado del granero, contemplando la luna.
Yo le decía:
– Pero Jose, ¡escóndete! ¿no ves que te van a ver y te van a pillar?
Y él me miraba con mirada cansada, triste y me respondía:
– Estoy muy cansado, ya no quiero luchar más.
Suspiré y me quedé a su lado, sobre el tejado sentados, esperando a aquellos personajes, contemplando la luna. Lo cierto, es que era una luna muy luminosa en el cielo y el cielo era mucho más oscuro que en el sueño anterior.
Al día siguiente nos anunciaron que era el momento, ya no podía seguir más y tras sedarlo, su agonía duró tres días más y se fue.
La vuelta de José
Tiempo más tarde, mi abuelo ya llevaba como unos quince días muy enfermo en el hospital, ya sabes cosas de los mayores, de algunos mayores claro, porque el médico es para otro, ellos no lo necesitan, y un cáncer de próstata se lo estaba llevando precisamente por eso, por no querer ir al médico, eso no era para él.
Y en la noche del 13 de mayo de 1995 tuve una experiencia que para mí fue única, especial y desde luego muy personal.
¿Por qué recuerdo la fecha con tanta exactitud? Porque al día siguiente era el cumpleaños de mi primer hijo, su primer añito de vida, dormía y en un punto de ese sueño me desperté y en ese estado de duermevela, donde no estás ni dormido, pero tampoco estás completamente despierto, pasó algo realmente increíble.
Lo cierto es que no podía moverme, pero me sentía muy tranquila y en paz, realmente no tenía miedo, miré en dirección a la puerta de mi dormitorio y observé que tres figuras de luz estaban en la entrada. No podía ver sus caras, solamente eran siluetas de luz, pero en algún momento, una de ellas, la primera del lado izquierdo según mi punto de mira, su rostro se transformó y me permitió reconocer en ese Ser de Luz a mi familiar, a mi querido Jose, y la verdad es que mi interior se llenó de alegría.
Él simplemente me dijo:
– ¡Vamos es la hora!
– Y yo le respondí: José no puedo irme ahora, mira en la cuna, está mi bebé, apenas tiene un año y me necesita. No puedo irme. Además no es a mí a quien vienes a buscar, es tu padre el que se está muriendo en el hospital.
La verdad es que a veces soy tan terca…
En ese momento me vi levitando en horizontal sobre mi cuerpo, ellos me sacaron, realmente yo no hice nada o eso creo.
Estaba casi pegando con la nariz en el techo y sobre mi pecho llevaba a mi bebé y por mi espalda logré ver que colgaba un cordón muy bonito, muy luminoso, grueso. Ese cordón me unía con mi propio cuerpo físico. Jamás había visto algo así, ni sabía realmente que era eso, sólo se que me gustaba mirarlo, era bonito y muy luminoso.
Después de eso, ellos me volvieron a colocar en mi cuerpo físico y se fueron.
Seguidamente me sumí en un profundo sueño del que no me desperté hasta el día siguiente.
Ese día yo tenía prevista una pequeña fiesta familiar. Había preparado todo con muchísima ilusión, pues la verdad, era mi primer hijo y su primer año de vida, algo realmente emotivo para mí. Sin embargo, sería una fiesta a la que nadie asistiría.
En la mañana recibí una llamada de teléfono para darme la noticia: el abuelo ha muerto.
Mi memoria automáticamente se activó y recordé lo sucedido durante la noche, pero también a José, nuestro pacto y las señales.
No era mi momento, sin embargo, creo que esa fue su forma de decirme que estaba bien, que la muerte no era el fin y que él cumpliría su pacto.
Esto es en memoria de José, que nació un veintisiete de septiembre de hace unos cuantos años y realmente no voy a decir que ha fallecido, porque considero que no está muerto, la muerte no existe, tan solo se ha ido de viaje y en algún momento de nuestros respectivos viajes, nos volveremos a ver.
Espero que mi historia os haya gustado, os haya calado dentro y esas personas que sufren tanto, y a las que entiendo bien porque empatizo mucho con ellas, que sufren tanto porque han perdido un ser muy querido, tal vez un hijo, un padre, una madre, un hermano, que tengan ese punto de luz, ese punto de esperanza de que realmente no están muertos, no lo están, viven y velan por nosotros, están ahí.
Os dejo con este pensamiento y esta reflexión ¡Hasta pronto!
Recibe un abrazo muy fuerte con lluvia de Bendiciones del Cielo para ti.